miércoles, 6 de mayo de 2009

Segovia : Pueblos escondidos del Guadarrama, Segovia City y Madrid - Barça (2 mayo 2009)

Tramo 1. Leganés - Prádena (129 km)

Dedicamos el primer sábado de mayo a recorrer algunos pueblos segovianos de la vertiente norte de la Sierra de Guadarrama, para acabar el día en Segovia. Muchos de estos pueblos serranos, se encuentran cerca del límite con la Comunidad de Madrid, de hecho es la propia Sierra la que hace frontera. Poseen unos paisajes pintorescos y encierran una vida tranquila y llena de rusticidad.



La primera parada fue en Prádena, entre las faldas del Puerto de Somosierra, y la propia Sierra de Guadarrama. Aparcamos en la misma plaza principal del pueblo, donde ya se veía bastante trasiego de gente. Cerca podemos ver la iglesia de San Martín de Tours, del siglo XVIII, que no destaca especialmente por su vistosidad, comparado con la belleza románica de otras iglesias de la provincia.



Lo principal de este tranquilo pueblo son los acebales y enebrales que existen en sus cercanías, que son de los más importantes de la Península. También cerca de estos parajes y sin salir del término de Prádena, está la Cueva de los Enebralejos, una verdadera maravilla natural de la geología de la zona, con fantásticas formaciones de estalactitas y estalagmitas, grabados y pinturas rupestres. La visita es conjunta con un Parque Arqueológico que está en el exterior de la cueva, donde se reproduce cómo era un poblado prehistórico al comienzo de la Edad de los Metales. Os recomiendo que si vais a visitar la cueva, os informeis primero de los horarios, porque nosotros llegamos a media mañana y estaba cerrada.



También en las cercanías se encontraron restos de épocas romanas y visigodas. El nombre de la villa, es un derivado de la palabra prado, y se sabe que fue el primer lugar que escogió Felipe V para construir su majestuoso palacio, aunque al final fue La Granja de San Ildefonso la que se llevó el gato al agua. Por su condición de pueblo ganadero y por pasar por sus terrenos la Cañada Real Segovia-Soria, Prádena fue muy famosa en el siglo XV por la producción lanar y sus telares.

Tramo 2. Prádena - Navafría (17,4 km)

Navafría fue el segundo pueblo que visitamos. Cuando llegamos ya era media mañana, y las calles tenían bastante movimiento de gente en busca del oportuno aperitivo.

Este lugar está literalmente al pie de la sierra de Guadarrama, y junto a un hermoso pinar que se extiende hasta los altos del Nevero, donde nace el río Cega. Por la N-110 dirección Segovia y antes de llegar a Navafría, sale una carretera que sube todo el Puerto de Navafría hasta el valle del Lozoya, llegando hasta el municipio madrileño del mismo nombre, que está a 22 km. Esta vez no subimos, pero he subido en otra ocasión y he decir que el panorama en muchos tramos merece la pena.

Tramo 3. Navafría - Collado Hermoso (10 km)

La siguiente parada fue Collado Hermoso, un pequeño pueblecito sin tanto encanto como otros que visitamos este día, pero no por ello carente de interés. Paseamos un rato por sus calles, con muchas casas ya reformadas en plan moderno. Antiguamente a esta zona se la llamó Collado de Sotosalbos, porque administrativamente dependía de este otro municipio. En el siglo XII, Collado Hermoso fue posesión de la Iglesia, y en el siglo XIII se funda un monasterio cisterciense, el de Santa María de la Sierra. Sus ruinas romanico-góticas todavía pueden verse a poco menos de kilómetro y medio del pueblo, saliendo de la Iglesia de San Nicolás de Bari (que estaba en obras) y tomando un camino hacia la sierra. En los años 30, el conjunto fue declarado Patrimonio Histórico-Artístico.




Nosotros nos quedamos en un parque junto a un prado que hay cerca de la Iglesia, tomando un poco el sol. No llegamos a bajar hasta las ruinas porque desconocíamos cuál era exactamente el camino, y no sabíamos lo que nos íbamos a encontrar. Pero al parecer, el estado de abandono en el que se encuentra lo que queda del monasterio es lamentable, y está dentro de un terreno privado y lleno de panales de abejas. Así es este país.

Tramo 4. Collado Hermoso - Sotosalbos (2,8 km)

Sotosalbos es otro de los pueblos escondidos de la vertiente segoviana de la sierra de Guadarrama. Antaño perteneciente a tierra de nadie, estaba situado en la frontera entre moros y cristianos. Hoy, olvidado y tranquilo, nos da una apacible bienvenida.

Este lugar se llamó "Sotis Albis" (Sotos Blancos) en sus orígenes allá por el siglo XI, cuando empieza la repoblación de esta zona. De esta época es su iglesia románica con su galería porticada, la atracción principal del municipio. En el siglo XIV, tuvieron el honor de tener de párroco al mismísimo Juan Ruiz "Arcipreste de Hita", quien mencionó a "Sotos Albos" en su Libro del Buen Amor.

Tramo 5. Sotosalbos - Sebúlcor (32 km)

Ya eran las 3 de la tarde y el hambre apretaba, así que decidimos ir a comer a Sebúlcor, pues hay un restaurante que pone unos chuletones de impresión. Tomamos la SG-V-2366, una comarcal que no está del todo mal, y que nos llevó a nuestro destino en poco más de media hora.

Por el camino pasamos por pueblos como La Cuesta, Caballar, Muñoveros y Cantalejo, todos ellos con sus respectivas iglesias, y con un marcado carácter regional común.




Tras comernos nuestros respectivos chuletones regados con una botellita de vino de la casa y una copita de patxarán, partimos tranquilamente hacia Segovia.

Tramo 6. Sebúlcor - Segovia (51,2 km)

Segovia es una ciudad que he tenido la gran suerte de visitar muchas veces, y de la que personalmente me declaro enamorado. De niño iba mucho con mis padres, puesto que la familia de mi padre era de esta provincia y conocían la ciudad bastante bien. Nunca me cansaré de ir y pasear por sus calles, porque es uno de esos sitios de los que siempre que uno se marcha, se va queriendo volver.

Entramos a la ciudad por la Vía Roma, y ya desde las afueras el tráfico era bastante denso y no se veía mucho sitio donde poder aparcar. Conseguimos encontrar un hueco en una especie de pista de arena, cerca de donde empieza la subida hacia la Plaza del Azoguejo, que es la que nos da la imagen del acueducto en todo su esplendor. Las calles estaban abarrotadas de gente, y el caluroso sábado del que estábamos disfrutando, nos brindaba una tarde casi veraniega para disfrutar de esta mágica ciudad castellana.



Lo primero que contemplamos fue cómo no, el mítico y majestuoso acueducto. Sin lugar a dudas es el símbolo de la ciudad, pues se trata de la obra de ingeniería romana más importante y mejor conservada de España. Se construyó en el siglo I, con bloques de piedra de la sierra de Guadarrama, unidas en seco sin ningún tipo de argamasa (sí, por increíble que parezca es así). Tiene casi 730 metros de longitud, compuestos por 166 arcos que alcanzan su altura máxima en la Plaza del Azoguejo. El acueducto sirve para transportar durante casi 15 kilómetros, el agua fresca y cristalina que viene desde los altos de la Fuenfría. Los arcos bajos y sencillos empiezan desde la carretera de San Ildefonso (casi a las afueras de la ciudad) y van creciendo en altura hasta la Plaza Díaz Sanz (casi adyacente a la Plaza del Azoguejo), y ahí dan un giro en ángulo recto para hacerse dobles y majestuosos. De esta manera consiguen salvar la vaguada de la Plaza del Azoguejo. Continúa su recorrido hasta llegar a lo que fue el antiguo castro, y posterior Alcázar. Uno nunca se cansa de contemplar maravillas como esta, por muchas veces que haya ido, así que dedicamos unos minutos a hacer alguna foto y a mirar la grandiosidad de la obra. Después nos dirigimos dando un paseo hasta la zona de la Plaza Mayor y la Catedral.

Segovia tiene dos corazones. Uno es el de la ciudad baja, la Plaza del Azoguejo, donde el acueducto alcanza su mayor esplendor, y con el que nos recibe majestuosamente a la entrada. El otro es el de la ciudad alta, la Plaza Mayor, presidido por la solemne figura de la Catedral y rodeado de terrazas y bares. Los dos son lugares de encuentro, y escenario habitual de procesiones y festejos populares. Los dos están unidos por la arteria que los segovianos denominan como "Calle Real", que no es otra que la suma de las calles Cervantes, Juan Bravo e Isabel la Católica. La Calle Real es peatonal y llena de comercios y gente, y a lo largo de la historia siempre fue una zona de tránsito obligado. Caminando por ella nos encontramos en primer lugar con un Palacio, el del Conde Alpuente, de finales del siglo XV (queda a mano izquierda según subimos del acueducto).



Por esta calle paseamos, llegando primero a la Plaza de Medina del Campo o mal llamada Plaza de Juan Bravo, por la estatua en honor al famoso comunero. Aquí sorprende al visitante la Iglesia de San Martín, un templo del siglo XII de orígen mozárabe, pero de estilo románico. La portada de la fachada occidental es una de las puertas más grandes del románico español. Su galería porticada, sus capiteles y su torre románico-mozárabe, hacen a esta construcción una de las importantes de la ciudad. También es una de las más visitadas, pues está a medio camino entre el acueducto y la Catedral, así que es inevitable tropezar con ella.



Seguimos caminando hasta llegar al segundo corazón, el de la Plaza Mayor, habitual punto de encuentro de la vida cultural segoviana, y que esa tarde estaba increíblemente animado. De planta y estilo típicamente castellanos, esta Plaza posee los míticos soportales característicos, y una especie de kiosko de música en el centro para dar algún concierto.



También podemos encontrar el Teatro Juan Bravo (de 1917), y la Iglesia de San Miguel, de estilo gótico, y en cuyo atrio se proclamó como Reina de Castilla a Isabel la Católica en 1474. Aparte de lo que he comentado, merece la pena que os fijeis en las viviendas típicas que rodean gran parte del perímetro de la Plaza, todas ellas construidas en los años 20 y 30, y que aportan un aire de viejo esplendor al conjunto.



Mientras fijamos la vista en la silueta de la Catedral, con sus puntiagudos pináculos, y lugar de encuentro de cigüeñas y cuervos, la propia luz que se proyecta en ella marca ya el principio del fin de la tarde.



La Catedral que vemos hoy en día, es la que se conoce como "Catedral Nueva". La anterior era de estilo románico y estaba al lado del Alcázar, en lo que hoy son los jardines de Daoiz y Velarde. Se incendió en 1520 debido a la Guerra de las Comunidades, quedando prácticamente destruída, por lo que se decidió derruir y construir otra nueva en el punto más alto de la ciudad, en la Plaza Mayor. La Catedral Nueva, de estilo gótico, se empieza en 1525 de la mano de Juan Gil de Hontañón (siempre se me olvidaba su nombre cuando estudiaba Historia del Arte), y con la desinteresada colaboración popular. Con sus tres naves y sus casi 90 metros de altura, domina toda la ciudad. La grandiosidad interior, sus vidrieras, sus capillas, el coro, el ábside, el altar mayor, son demasiadas razones para no poder irnos sin hacer una visita, aunque hayamos entrado varias veces, como es mi caso.

Muy cerca de la Plaza Mayor, encontramos también la Iglesia de la Santísima Trinidad, una de las Iglesias que mejor se han conservado con el paso de los años en toda la ciudad. Es un tanto diferente a otras que pudimos ver ese día, puesto que es de una sóla nave, un ábside de tres tramos, y una torre defensiva en el crucero. Tiene un carácter un poco más oscuro y misterioso que las otras iglesias y no es tan alegre, pero merece la pena acercarse porque ya digo que está muy cerca de la Plaza Mayor.



El románico segoviano es quizás el más rico y espectacular de toda España (tanto en la provincia como en la capital). Aparte de las Iglesias que he mencionado, que son las que nosotros vimos esa tarde, hay otras muchas que visitar como las de San Nicolás, San Justo , San Clemente, San Millán, etc.


Antes de llegar al Alcázar, tenemos a mano izquierda la Plaza de la Merced, un agradable lugar para sentarse un rato a tomar fuerzas antes de afrontar la visita al tercero de los monumentos básicos de Segovia. En la misma Plaza está la iglesia de San Andrés, del siglo XII y estilo románico. Destaca por su torre mudéjar de ladrillo con techo de pizarra, por su doble ábside, y por su curiosa fachada.





Por fin llegamos al Alcázar, que ya había cerrado su horario de visitas. A pesar de haber entrado una vez siendo muy pequeño, el recuerdo no me alcanza. Me dio rabia no haber podido llegar a tiempo, pero ya es un motivo más para volver en una próxima ocasión. La visita a las diversas salas, salones, dormitorios, patios, capillas, torres y armerías debe ser toda una experiencia. Igualmente sólo el hecho de contemplar de cerca la impresionante figura del edificio, ya merece sobradamente la pena.



Desde tiempos de los celtas, este lugar estuvo ocupado por un castro o fortaleza que dominaba toda la zona por encima de los ríos Eresma y Clamores. La zona rocosa donde lo vemos está rodeada de historia y misterio. Sus miles de estancias, sótanos y pasadizos secretos, se dice que bajaban hasta el propio río y comunicaban con otros palacios de la ciudad. Desde el siglo XIII deja de ser castillo para pasar a ser Alcázar y residencia real, y pasa por muchos acontecimientos como una boda de Felipe II, reconversión en Academia de Artillería por Carlos III, lucha contra las tropas de Napoleón... En 1862 se incendia, pero al poco tiempo Alfonso XII empieza a rehabilitarlo.



Después de pasear por los alrededores del Alcázar, y ver la magia que desprende el edificio, volvimos hacia el centro para dedicar lo que nos quedaba de tarde a ver el gran clásico Madrid - Barça, puesto que la Liga se decidía esa tarde.

El Barça era líder con un punto de ventaja sobre el Madrid, y visitaba el Bernabéu. Las calles estaban llenas de gente con camisetas, bufandas y banderas de uno y otro equipo. Me sorprendió ver cómo se vivía un partido así en una ciudad tan tranquila como ésta. La calle Infanta Isabel, más conocida como "calle de los bares", estaba totalmente saturada de gente, así que no dudamos demasiado en entrar al primer sitio en el que vimos un poco de hueco, el lugar elegido se llamaba "Bar J.C". Nada más pedir el primer patxarán, la primera jugada de peligro. Un centro de Sergio Ramos desde la derecha lo cabeceaba a la red Higuaín dando una ventaja que le duró muy poco al Madrid. A los tres minutos Henry empataba el partido, y dos minutos más tarde Puyol daba la vuelta al marcador con un certero cabezazo. Ahí empezaba el recital, el Barça tomó la batuta y se hizo el dueño y señor del partido. El Madrid estaba desbordado, y un error de Lass dejaba a Messi el tercero en bandeja. Llegaba el descanso y aprovechamos para salir a tomar el aire, y dar un paseo. Sergio planteó la posibilidad de dejar de ver el partido, pues estaba claro que era imposible que el Madrid remontase aquello, y él como seguidor madridista, no quería contemplar el castigo que estaba imponiendo el Barcelona en el Bernabéu. Pero tras pasear un poco durante el descanso, decidimos volver a otro bar distinto a ver la segunda parte, porque estábamos bastante cansados como para seguir andando, y porque disfrutar viendo jugar al Barcelona merecía realmente la pena. Esta vez elegimos el "Santana", un bar que estaba un poco más abajo del anterior, en la misma "calle de los bares". A los 10 minutos de segunda parte, Sergio Ramos daba vidilla al asunto cabeceando a la red una falta sacada por Robben, pero no era día de remontada. La abismal diferencia de fútbol lo impidió. De nuevo fue Henry. Otro error defensivo blanco en un pase largo y medido, y un toque sutil para superar a Casillas. La Liga estaba sentenciada, y el resto fue un paseo triunfal del Barcelona en campo del eterno rival, un equipo desmoronado, que dejaba cada vez más espacios aprovechados siempre por Messi, que en otra jugada del estilo marcó el quinto. La humillación definitiva fue el sexto gol de Piqué, que se unió a la fiesta marcando a la media vuelta y casi sin espacio un gol propio de delantero y no de defensa como él. 2-6 un resultado de escándalo.



La desolación merengue era evidente, y se acercaba nuestra retirada hacia casa. Al salir ya había oscurecido, y cuando llegamos a la plaza de la Catedral, dudamos en quedarnos a tomar alguna copa por los pubs que estaban ya empezando a abrir. Pero estábamos muy cansados de estar todo el día zascandileando, y no era plan de hacer tonterías porque el viaje de vuelta no dejaba de ser casi una hora de coche y además ya había oscurecido.

Tramo 7. Segovia - Leganés (103 km)

Así que volvimos para Leganés, y cuando llegamos nos fuimos a tomar algo al irlandés de la Plaza Mayor, donde nos encontramos con unos amigos. Un par de pintas de Guiness pusieron punto y final al día, y rápidamente indicaron la retirada.

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