martes, 15 de julio de 2008

Patones - La Hiruela - La Alameda (sábado 12 de julio 2008)

TRAMO 1. Leganés - Patones (83 km)

Quedamos a las 10 para estar en Perales y recoger a Sergio, aunque al final acabó siendo a las 11 casi, debido a que un servidor la noche anterior salió a tomarse un par de cacharros, y la calurosa noche no dejó conciliar demasiado bien el sueño. Con un sueño acojonante decido ponerme en pie, lavarme la cara, e intentar vestirme y esas cosas...Despues de coger algo de chaqueta porque la mañana estaba nubladilla y amenazaba agua, me puse las gafas y me enfundé la camiseta del mítico Specka.

Cogí el coche en dirección a casa de Ángel. Salimos de Leganés para después atravesar Getafe y llegar a Perales. Tras esperar un rato a que bajase Sergio, ya iba pensando en llegar cuanto antes a Patones e ir espabilándome según entrase la mañana. Al final Sergio bajó con un estupendo GPS, aunque en el coche ya teníamos el PPS que demostró tener una eficacia igual o superior (el pueblo abandonado no aparecía en el GPS..muajaja), a pesar de ser más rudimentario, jeje.

Salimos desde Perales del Rio para coger rápidamente la M-30 en dirección a la A-1, más conocida como "la de Burgos". Una vez en la de Burgos, pasamos las moles de San Sebastián de los Reyes y Alcobendas, y pensamos que todo iba a ir bien de tráfico. No fue así porque un poco antes de El Molar, ya había bastante atasco, y al poco rato estuvimos parados y arrancando más de 20 minutos. Fue entonces cuando pusimos el cd de Patxi con musiquita antigua de la buena, que fue el que nos acompañó casi todo el viaje. Por fin fuimos pillando un poco de ritmo, y enseguida nos apareció la salida de Venturada y Torrelaguna.

Justo en la misma salida había una cola de coches, debido a que una patrulla de la Benemérita estaba justo en el cruce, parando a los vehículos sin hacer nada en concreto, sino únicamente formar una cola enorme, para aparentemente ni registrar, hacer soplar o nada por el estilo. En fin...cosas absurdas. Tomamos por fin el desvío a Torrelaguna (N-320). No está mal del todo esta nacional en este tramo la verdad, me lo esperaba peor. Tras unos 8 kilometros de N-320 llegamos a Torrelaguna, un pueblo bastante majo de esa zona más baja de la Sierra Norte, con bastante vida. Nos equivocamos en un cruce y nos pasamos, con lo que tuvimos que dar la vuelta a un par de manzanas para volver a coger la dirección correcta, que era la M-102 dirección Patones (a secas).

Tras 7 kilómetros de una carretera normalilla, llegamos a Patones de Abajo, un pueblo ya mucho menor que Torrelavega, pero que aun siendo más pequeño, se veía también movimiento.. De aquí sube una carretera hasta Patones de Arriba, un pueblo pintoresco donde los haya, pero que para llegar a visitarlo te las ves un poquillo en una carretera que se las trae. Hay que subir por una carretera muy básica, con muchas curvas, y bastante estrechita, lo cual supone que al tomar las curvas no puedas ver bien si viene alguno en sentido contrario, aunque siempre recurro en esos casos a lo que hacía mi padre cuando ibamos con él de excursion con el coche a la montaña, que no es otra cosa que pitar un poco en cada curva. La primera curva lo hice y bueno..no venía nadie y tampoco le dimos importancia, pero a partir de ahí ya empezó el cachondeo y ya era pitar en todas las curvas aunque la curva no fuese muy cerrada o no viniese nadie. Así no sólo estuvimos en la ascensión a Patones de Arriba, sino también en el descenso, y luego otros tramos en el Puerto de la Hiruela.

La carretera que os comento, sube bordeando una montaña hasta llegar al pueblo, al que no se puede acceder en coche. Hay que dejarlo un poco antes de llegar, puesto que aparte de que las calles son excesivamente estrechas para la circulación y los suelos son de pizarra natural con unas pendientes de aúpa poco adecuadas, tampoco se permite el acceso de vehiculos dentro del pueblo para así poder conservar su encanto.



Pasadas las 12 de la mañana, llegamos a Patones de Arriba, habíamos tardado una hora y un poquito desde que salimos de Perales. Las primeras noticias que existen de este pueblo datan del siglo XVI. En 1555 Patones (el de arriba) tenía siete vecinos. De finales del XVII provienen las referencias sobre el famoso "rey de Patones". Al parecer las doce familias residentes acataban la autoridad de un anciano al que llamaban rey, y que dicho cargo era hereditario. Esto debió mantenerse hasta 1750, cuando se pide al Duque de Uceda el nombramiento de un alcalde. Por aquel entonces, Patones ya era una aldea de ganaderos de cincuenta casas. Dice la tradición que uno de sus orgullosos monarcas, llegó a escribir una carta que comenzaba diciendo: "Del Rey de los Patones al Rey de las Españas". El rey de España que por aquel entonces debía ser Felipe II, mandó averiguar quién era aquel súbdito tan descarado que presumía de tener un reino dentro del suyo. Pero, enterado de su situación, sin caminos que hasta allí llegaran, los dejó tranquilos. Más tarde, Carlos III intentó ponerles impuestos sin, al parecer, mucho éxito, así que permanecieron ignorados de todos. Esta es la historia de Patones, un pueblo escondido de la sierra madrileña, al que los soldados de Napoleón nunca pudieron llegar, y que debido a su ubicación y a la llegada de la vida moderna, muchos vecinos decidieron bajar de lo alto e instalarse abajo, formando lo que hoy precisamente es Patones de Abajo.



El pueblo en sí es una pasada, el enclave es único, y se respira un ambiente natural estupendo. Desde mi última visita con mis padres (de la que harían unos 14-15 años tranquilamente), aquello había cambiado un poco. Han rehabilitado muchas casas y han hecho muchos restaurantes, enfocando el pueblo a un turismo rural tanto de fin de semana como de temporadas más largas. Justo a la entrada del pueblo un viejo y mítico Land Rover, con pinta de haber recorrido muchos kilómetros de sierra y mucha montaña, nos daba la bienvenida educadamente. Nos echamos unas fotos con él para no ser menos, y nos acordamos de nuestro gran amigo Javi de Campaspero, con su mítica frase de "suben a 85 y bajan a 85 macho".



Ya dentro del pueblo, estuvimos paseando y echando fotos a destajo, en plan nipón. Luego llegamos a la parte más alta y estuvimos subiendo por un camino de pizarra que subía y en el que había aún cimientos en forma de piedras, de lo que en su tiempo fueron casas sueltas que había a las afueras del pueblo en la ascensión al monte. Se nota que hoy en día, aquello está saturado de turistas, sirva de ejemplo, que llegamos a media mañana y antes de irnos ya estaban las terrazas de los bares y restaurantes llenas de gente, que por cierto, hay que decir que son terrazas que están pidiendo a gritos tomar una cerveza al solecito de media mañana, o una copita ya atardeciendo.. La verdad que están bastante chulas y bien puestas.

TRAMO 2. Patones - La Hiruela (51 km)

Bajamos y pensamos tomar camino hacia el siguiente pueblo, decidiendo en el descenso hacia Patones de Abajo (entre algún pitido en las curvas), que iríamos a ver la Presa del Atazar. Hacia allí que nos fuimos, comprobando en el camino que en toda esa carretera, se congregaban aficionados a las motos a punta pala. Tras 11 kilómetros desde Patones de Abajo, nos presentamos allí enseguida.



La Presa del Atazar está situada sobre el río Lozoya, en una zona de pizarra. Se accede por la carretera que une Patones de Abajo con el pueblo del Atazar. Esta presa se construye durante el régimen franquista, entre 1965 y 1971, inaugurándose al parecer en la primavera del 72. Es el mayor embalse de la Comunidad de Madrid, alcanzando una altura de 128,40 m. y la longitud de coronación del muro de 370 m. Embalsa un total de 426 millones de metros cúbicos, lo que supone un 80% del total del agua embalsada en los embalses del Río Lozoya. Uno de los embalses más importantes de la sierra madrileña sin duda. A un lado vemos el pueblo del Atazar, en una zona en la que en invierno tiene que achuchar un frío y unas nevadas de impresión. Existen varios miradores cercanos a la carretera que permiten ver un panorama espectacular, tanto del embalse como de las sierras que lo rodean. En uno de esos nos paramos a echar unas fotos y ver un poco de paisaje y respirar aire en condiciones, cosas que en ciudades del sur de Madrid como Leganés, ya dificilmente se pueden hacer.

La hora de comer se acercaba y el hambre apretaba, así que rápidamente usamos el GPS de Sergio para elegir un camino que nos llevase a nuestro siguiente destino, y la guía PPS esta vez la dejamos para algo más adelante. Nos ponemos en marcha dirección La Hiruela, a ser posible sin dar muchas vueltas, aunque la carretera fuese de montaña. Bordeando paralelamente por la frontera con la provincia de Guadalajara, vamos ascendiendo hasta tomar dirección Prádena y Montejo de la Sierra, desde donde sale el camino hasta La Hiruela. La lluvia que venía amenazando gran parte de la mañana en forma de alguna que otra nube gris, empieza a hacer acto de presencia, y el viaje hasta La Hiruela, lo hacemos lloviendo bastante. Durante el mismo, hay que cruzar un tramo del embalse y junto a una especie de casa con una enorme torre metálica que parecía ser una antena o algo así, hay un semáforo que regula el paso de coches de un lado a otro de la presa. Nos toca esperarlo y tras 5 minutos nos da paso. Estamos llegando al puerto de La Hiruela. Este puerto, de unos 1.500 metros de altitud,es donde se celebran alguna vez los Rallies de la Comunidad de Madrid. Las carreteras son las típicas de montaña, de trazado sinuoso, con muchas curvas y cambios de rasante, pendientes y variantes. También muchos moteros frecuentan el puerto, lo que se podía comprobar al ver que habían instalado protecciones de plásticos en los guardarraíles. En la subida, podemos ver los típicos palos que en invierno sirven de guía cuando vienen las fuertes nevadas. Aún no son las 14:30, hemos llegado a La Hiruela.



No existe ningún dato sobre el origen del nombre de este pueblo, pero posiblemente el primer asentamiento se produjo entre los siglos XII y XIII, después de la Reconquista y repoblación de toda la zona. La Hiruela pasó a pertenecer a los Mendoza desde 1368, integrando el Señorio de Buitrago. En 1490 obtuvo el privilegio de Villazgo y su cañada obtuvo el rango de real, manifestando así su importancia ganadera. Tras conservar su derecho sobre pastos, aguas, carbón, caza y pesca durante los siglos XVI y XVII, desde el siglo XIX la población fue disminuyendo progresivamente, sobre todo a partir de los años 60 del siglo XX debido a la intensa emigración a Madrid, aunque el pueblo se ha recuperado bastante en los años 90.

Aparcamos a la entrada del pueblo, y la primera impresión que nos da fue inmejorable. Sin duda es uno de los pueblos más bonitos de la Sierra que hayamos visto. Las casas están increiblemente bien rehabilitadas, el pueblo está cuidado al detalle, las flores y macetas abundan en las calles dando un colorido especial, las fachadas de casas típicas de la zona presumen su piedra con orgullo, y al final de la calle vamos a dar con la Plaza del Ayuntamiento, donde también se encuentra una bonita iglesia y un restaurante donde iremos a comer, tras previo paseo por un camino de huerta de las afueras, y un cigarro que acabo de fumarme en la misma plaza tranquilamente.





Llegamos al restaurante y en la barra había varios turistas, unos argentinos y otros eran unos modernatas, uno de ellos con la boina como Fito Páez y pantalones muy similares a los de mi pijama. El restaurante es bastante cuco, cuenta con una terraza con mesitas donde te puedes sacar la comida si quieres, con una pequeña barra para tomarte tus vinitos, cañas o cubatas, y luego al fondo unas mesitas con una chimenea. Decidimos sentarnos a comer en las mesitas de dentro y pedirnos una ensalada mixta con una botellita de vino y otra de agua por el momento. Los ingredientes de la ensalada se notaba bastante que eran de alguna de las huertas que rodean el pueblo, porque el sabor y la frescura eran diferentes. Entonces fue cuando ya sentado y relajado, empecé a notar el cansancio de no haber dormido mucho la noche anterior, y deseaba acabar de comer y echarme algo de siesta en el coche. Decidimos que los escalopines con salsa roquefort pueden ser una buena opción de segundo, al ser cantidad justa y con un precio que no se sube mucho, así que enseguida nos los traen junto a unas patatas panaderas buenísimas y rápidamente llegamos al postre. Estos pidieron helado, pero yo me pedí un patxaran, que junto a las míticas historias de momentos irrepetibles en años pasados (cuando aún no llegabamos a los 20), me animaron bastante la sobremesa. Pedimos la cuenta, y el precio nos pareció normal, quizás un pelín caro para ser un pueblo de la Sierra bastante escondido. Paseando tranquilamente, nos fuimos hasta el coche, donde hicimos un poco de tiempo intentando dormir la siesta, cosa que consiguieron todos menos yo que era el que más cansado estaba (suele pasar). Cuando ya pasé un rato relajado en el coche escuchando musiquita suave y con el airecillo de la sierra entrando por la ventana, decidimos ponernos en marcha e ir a nuestro siguiente destino : La Alameda, un pueblecito o más bien una aldea bastante pequeña, situada Dios sabe dónde en la provincia de Segovia. Aquí si que hubo que usar el PPS.

TRAMO 3. La Hiruela - La Alameda (62 km)

Al poco de salir, paramos el coche en la cuneta de la carretera y en medio del puerto de la Hiruela nos pusimos a echar fotos al paisaje de todo el valle, y con todos los carteles que pillábamos por allí. Había salido el sol, y se había quedado una tarde estupenda.



Comprobamos que allí el invierno debe ser muy muy duro. Seguimos de nuevo hacia Montejo, pasamos Horcajuelo y Horcajo de la Sierra (pueblos muy bonitos los tres) viendo en éste último una boda incluso. Enseguida pillamos la A-1 dirección Segovia, no sin antes pasar por la gasolinera, porque la luz de la reserva nos acechaba. Rápidamente pasamos Somosierra, y cruzamos a la provincia de Segovia, donde enseguida cogemos la N-110 dirección Segovia. Es la típica nacional de Castilla con rectas enormes, donde te puedes encontrar a algún que otro elemento como el que nos encontramos nosotros, que van pegados al arcén y a 40 por hora en una carretera donde el límite en algunos tramos es de 100 a 120, y hasta que le puedes adelantar, te las ves y te las deseas. Lo gracioso del asunto, es que el personaje en cuestión iba con un Volvo de los grandes, que era un 2.700...

Tras atravesar unos cuantos pueblos como Siguero, Sigueruelo o Prádena, llegamos a Arcones, un pueblo con una plaza bastante grande, desde donde también sale un desvío para ir a Pedraza. En Arcones cruzamos el pueblo y vamos hacia el conjunto de Orejana, un municipio dividido en 5 pequeños pueblos enforma de barrios rurales desperdigados. Sanchopedro es el primero que nos encontramos, después Revilla, Orejana (el que le da el nombre al municipio sólo conserva una ermita), y El Arenal (el que más vecinos tiene). Algo más apartados están Orejanilla, y La Alameda (éste último con 0 habitantes, que es el pueblo que buscabamos). Desde Orejanilla cerca de la ermita sale un camino que nos lleva a mano derecha por el Camino Real y por una pista forestal, al pueblo de La Alameda.



Como en buena parte de una provincia que se despuebla a pasos agigantados, Orejana ve como cada vez hay menos vecinos, que en el gélido invierno, permanecen en cuatro de los pueblos. Y es que en uno de los núcleos, La Alameda, algo más alejado de la estrecha carretera que une el resto, hace ya decenios que se despobló y sólo algunos visitantes de cuando en cuando, rompen el silencio de la aldea con el eco de sus voces entre sus casas vacías. Mejor suerte han corrido las demás aldeas, pero las cifras de vecinos no invitan demasiado a la esperanza. La mejor parte se la lleva El Arenal, con algo más de 20 residentes. El resto.. 9 en Orejanilla, 6 en Revilla y 5 en Sanchopedro son los tristes datos, fiel reflejo de un medio rural víctima de la emigración a las ciudades en busca de puestos de trabajo.

Aparcamos el coche a las afueras de Orejana, cerca de una casa y tras bajarnos, un perro bastante grande y un poco raro que iba con una mujer jóven, viene disparado a por nosotros a darnos un poco el coñazo. Le preguntamos a la mujer para ir a La Alameda y tras ubicarse, nos manda por el camino que justo teníamos casi enfrente, que bordeaba su casa. Atravesamos campo durante unos 20 minutillos, encontrándonos con un matrimonio de ancianos que nos indicaron, y con un grupo de gente jóven que venían de vuelta del camino de La Alameda y tenían toda la pinta de estar alojados en la casa rural de Orejana. Por fin tras un ratillo andando, allí estaba la primera casa grande. Habíamos llegado a La Alameda.



Las primeras citas de la aldea se remontan a 1587. A mediados del siglo XX contaba con 52 habitantes, pero hacia 1970 quedó despoblado debido a la falta de luz y agua corriente. El silencio que allí se respira es impresionante. La naturaleza se ha apoderado totalmente de esa pequeña aldea. Sólo el pequeño chorro del pilón de lo que parece que fue la plaza principal de la aldea, parece tener vida dentro de todo ese océano de silencio y tranquilidad, y el silencio se entremezcla con el trinar de los pájaros que por allí cruzan. La tarde es soleada, y la temperatura la perfecta. Vamos dando un paseo y vemos que la aldea la forman 4 casas deshabitadas en estado de abandono pero aún firmes y bien conservadas, junto a unas ruinas de otras que no han podido resistir al paso del tiempo y sólo conservan trozos de fachada de piedras y cimientos. Tras un pequeño imprevisto que me surge, enseguida reanudo el paseo por la aldea. Echamos unas fotos, y tras descubrir que la puerta principal de la casa más grande se abre por la parte superior, metemos la camara y echamos unas fotos al interior.



Ya se sabe que con eso del morbillo, al final acabas entrando. Dentro, un par de habitaciones se abren a los lados y al frente un pasillo oscuro parece dar a otra sala. En el hall un par de toneles grandes de madera con dos cucharones soperos encima, impiden el paso a una puerta que nos lleva a una escalera de madera que conduce al piso de arriba y se pierde en la oscuridad. Decidimos entrar y echar unas fotos por encima sin tampoco meternos mucho, porque nunca sabes qué es lo que hay dentro, y en qué estado está el interior de la vivienda (aunque por fuera aparente estar bien, puede no estarlo por dentro). La puerta en la parte de abajo está bien agarrada con maderas y clavos, pero por arriba se puede entrar saltando, aunque dentro pegadas a la puerta hay dos sillas de madera pequeñas de estas típicas de pueblo, que parecen ser de ayuda para apoyar y entrar, pero pueden perfectamente convertirse en trampa y ser causa de una caída que puede acabar mal. El primero en entrar es Ángel que de un salto agarrado al dintel de madera se cuela rápidamente, aunque rápidamente tambien sale, jejejeje. Yo voy detrás con mucha cautela, porque el dintel es de madera vieja y había alguna que otra astilla que luego son bastante molestas, y también había clavos que se pueden enganchar al Levi's y hacerte un corte de estos que se ve que ni siquiera cuelan como última moda "urban wear" alternata. Paso con mucho cuidado y es inevitable una sensación de pequeña tensión al estar en algo que no conoces y que está cerrado. Impresiona un poquillo esa soledad en un sitio cerrado, así que empiezo a echar fotos al umbral de la entrada, al pasillo y a los toneles, y a las dos habitaciones a las que sólo accedo para echar una foto a cada una sin llegar a meterme a las demás dependencias, porque hay que decir que una vez dentro, tampoco apetece mucho ponerse a recorrer todas las estancias de la casa. Me llamó la atención que en una de las habitaciones, había una manta en el suelo con pinta de ser bastante actual. Tras más fotos, decidimos volver por donde habíamos venido hacia Orejanilla. Allí nos encontramos con unos vecinos viejetes bastante amables, que se interesan por saber de dónde somos y parecen tener buen humor. El hombre se queda hablando con nosotros, mientras la mujer acompaña a la abuela que anda lentamente con su bastón por el pueblo que seguramente haya sido el escenario de su vida. El hombre nos comenta que él nació allí, y marchó a trabajar hace muchos años a Vitoria como muchos hicieron a otros lugares como Madrid, Barcelona, Bilbao o Burgos. Allí todo es tranquilidad, y sólo en verano parece recuperarse la vida que antaño tuvo. Nos dijo que La Alameda quedó despoblado hace casi 40 años, a principios de los 70, que antes el camino que llevaba allí tenía algunas casas desperdigadas que con el tiempo, se abandonaron y las piedras que quedaron las fueron cogieron para hacer otras casas. Con el éxodo rural que ya se estaba dando en Castilla, La Alameda que era un núcleo con 4 familias, fue quedando cada vez más aislado en el campo, y cuando los más mayores se fueron muriendo, aquello fue quedando abandonado y al estar algo alejado, sucumbió al olvido y al paso del tiempo, aunque gente como nosotros de vez en cuando no dejamos que ese lugar que alguna vez tuvo una vida caiga en el olvido para siempre, y de vez en cuando pues hacemos visitillas de estas. En una de mis típicas idas, se me ocurrió preguntarle al hombre que dónde se iban de fiesta de jóvenes, a lo que me respondió que al pueblo de al lado (supongo que a El Arenal), y añadió una frase que me pareció digna de citar. "Antes con poco dinero nos divertíamos mucho, y ahora vosotros gastais más dinero y muchas veces no os divertís nada" (hay que reconocer que muchas veces puede que esta frase tenga razón).

Tras la divertida charla con el lugareño, nos despedimos y nos fuimos dirección Arcones a tomar una Coca-Cola. Sergio y yo entramos al bar, que era bastante peculiar, pues era del tamaño del salón de una casa con sillas y mesas, así que imaginaros la situacion tipo película del oeste cuando entramos al bar (menos mal que no había puertas de madera giratorias, y en su lugar había las míticas cortinillas de cadenitas, que si no el "efecto western" hubiera sido mucho mayor.. xDD. Angel se quedó fuera hablando por teléfono con su chica, y Sergio y yo pedimos un par de cocacolas, mientras pensamos que ya era tarde y estabamos demasiado cansados para ir a Pedraza como habíamos pensado, pues esa misma noche era la fiesta de las velas, donde se apaga la luz del pueblo, y sólo se usan velas como sucedía en la Edad Media.

Sobre las 21:50 decidimos poner rumbo a Madrid, cuando ya justo estaba empezando a oscurecer, y donde mi cansancio empezó a hacer mella rápidamente y unido a la oscuridad que ya empezaba a hacer, tuve que espabilarme porque estaba entrandome bastante sueño. Entrando a Madrid ya estaba algo mejor, y sobre las 23:20 llegué a casa tras dejar a Sergio y Ángel en sus casas. Después, llegar a casa, pasar por el túnel de lavado y una cenita buena, y quedé con mis compis de viaje, con mi hermano y con Yas, Laura, Víctor, Sonia y su chico (los amiguetes del barrio) en una terraza de Getafe, para tomar algo y acabar bien el día que tanto habíamos aprovechado.

Un día para recordar. Creo que todos lo pasamos bastante bien, y sin duda alguna os recomiendo esta ruta.

Un saludo.

2 comentarios:

Begoña dijo...

Me encanta!!,espero poder ir algun dia y pasarlo tan bien como cuentas en tu historia.Un beso

Unknown dijo...

Jajaja eres todo un poeta: "y sólo algunos visitantes de cuando en cuando, rompen el silencio de la aldea con el eco de sus voces entre sus casas vacías".

Una buena ruta para los que quieran salir del bullicio de la ciudad y visitar estos pueblos tan pintorescos, a mi el que mas me gusto fue la Hiruela, tanto el pueblo como el trayecto a este, tambien un dia que no me costara ningun trabajo recordar de lo bien que me lo pase.

Que risas en el coche!! casi me da algo de tanto pitido jajaja!!!!
Un saludo a todos!!