miércoles, 26 de noviembre de 2008

Pueblos rojos - Pueblos negros, Segovia - (sábado 22 de noviembre de 2008)

Tramo 1. Leganés - Sigueruelo (120 km)

Tras un largo parón sin hacer ninguna escapada, y con un verano de por medio y circunstancias personales bastante tristes, decidimos continuar con nuestro espíritu aventurero y poner rumbo en este caso a tierras segovianas, buscando algún rincón con encanto de nuestra geografía, de esos que en ocasiones han quedado en el recuerdo, olvidados... de esos que nos gustan vamos. El destino elegido era un pueblo cercano a Riaza, en la provincia de Segovia.

La noche del viernes dio mucho de sí para todos, y en mi caso dio para tanto, que la hora de llegada coincidió con la salida de los primeros rayos de sol, y a pesar del esfuerzo por intentar apurar al menos 3 horitas y media escasas de sueño, no lo pude conseguir y tuve que salir de batalla sin haber pegado ojo ni un sólo minuto. Se hizo un esfuerzo y enseguida conseguimos acordar un sitio como punto de salida. Isaac y David estaban esperandome en el portal para ir enseguida hacia la Cubierta, donde ya estaba Carlos esperándonos con su flamante BMW que nos iba a servir de transporte. Decidí conducir yo a la ida, porque me había memorizado el camino previamente y porque iba a estar mas fresco que a la vuelta, donde pude suponer que estaría derrotado. Enseguida salimos rápidamente dirección M-30 para luego coger la A-1 dirección frontera segoviana, vía Somosierra. Tuvimos un camino bastante tranquilo a nivel de tráfico, y muy ameno gracias al señor Carlos que hace de cualquier circunstancia un rato agradable, y yo que debe ser que cuando tengo sueño hablo más o algo así, porque entre los dos no paramos en todo el viaje.

Rápidamente cruzamos la frontera con Segovia, y el sol que hacía por Madrid quedó atrás para dar paso a un cielo nublado. Tomé el desvío de la N-110 pero en vez de en dirección Soria-Riaza, en dirección Segovia. Me di cuenta del error pronto, justo cuando vi el desvío a Sigueruelo, pueblo por el que ya pasamos al hacer la ruta de La Alameda. Pero bueno con Carlos un error es incluso un plan alternativo y un rato divertido. Decidimos meternos a Sigueruelo y dar la vuelta allí, pero no sin antes verlo.

Sigueruelo es un pueblecito de la provincia de Segovia, del cual tenemos constancia desde el siglo XV, puesto que antes se consideraba como barrio de Siguero, pero ya en el siglo XVI supera en población al municipio del que dependía. Al igual que el resto de pueblos de la zona, está rodeado de unos interesantes parajes de flora y fauna. Podríamos destacar dentro del pueblo la iglesia de San Sebastián, con una torre con espadaña típica de la zona, y un incesario rococó del siglo XVIII junto a una cruz de plata castellana del siglo XVI en el interior.



Llegamos al pueblo, a una plaza que debía ser la principal y que estaba al lado de la carretera. Allí estaba la iglesia, con su espadaña típica segoviana y su campanario con el correspondiente nido de cigüeña. Le echamos unas fotos, y justo al lado vimos una casona enorme abandonada que en sus tiempos debió ser impresionante. En la fachada una pintada decía una frase... "¡no me corteis la vida!". Para dentro que vamos...jejeje.



Atravesamos el jardín y entramos a un amplio salón con una chimenea enorme y a su izquierda una escalera que daba a una buhardilla desde donde se veía todo el salón y donde había una silla de oficina totalmente desguazada.



Abajo pudimos ver otras dependencias como un par de habitaciones diáfanas llenas de mierda y algunos escombros, un baño, y una cocina con una lumbre bastante maja para hacer carne a la brasa. Tras echarle fotos a todo aquello, decidimos volver al coche y poner rumbo al que en principio era nuestro destino verdadero.. El Muyo.

Tramo 2. Sigueruelo - El Muyo (42 km)

Volvemos a cambiar el sentido de la marcha dirección Soria, y enseguida llegamos al bonito pueblo segoviano de Riaza, famoso por su buen cordero lechal y cochinillo, y por su bonita plaza Mayor típica castellana. Llegando a un campo de fútbol de césped, nos sale un desvío hacia la SG-V-1111, con dirección "Pueblos rojos y pueblos negros". Es la primera vez que lo oímos, nos gusta ese nombre. La carretera, de un firme ya antiguo, es una comarcal típica de la zona, pero se circula tranquilamente y con muy poco tráfico. El paisaje es impresionante, podemos apreciar un contraste de colores con todo tipo de tonos rojos y anaranjados propios del otoño, acompañados de los verdes de los prados, de los campos de siega amarillentos, y del azul grisáceo que tenía el cielo debido al día nublado. Una delicia para la vista, que unido al "Lust for life" de Iggy pop, nos alegró más todavía el trayecto. Enseguida llegamos a un desvío hacia Madriguera, y un poco más alante y seguidos, los desvíos a Serracines, y a nuestro destino que es El Muyo. La carretera se estrecha de manera increíble, y el firme aunque no es una maravilla, hay que decir que nos lo esperábamos peor. Enseguida vemos al final del camino el pueblo, y aparcamos justo a la entrada.



He de decir que todos (y yo el primero), ibamos con la idea en la cabeza de que era un pueblo abandonado totalmente, pero lo primero que nos sorprende es que haya algunos coches a la entrada, y una casa nuevecita hecha de pizarra. Las sorpresas continúan cuando entramos al pueblo y a mano izquierda vemos un parque con columpios, con unos cuantos niños disfrutando del frío mediodía. Eso ya acaba de confirmarnos que el pueblo, a pesar de tener muy poquitos habitantes, no está abandonado. De hecho junto al parque, hay una taberna a la que entramos con la intención de comer algo. Entramos y nos encontramos en un caserón de pueblo, que hace las funciones de bar y club social. Un grupo de unas 5 o 6 personas estaban tomando algo en la barra, y al fondo en una mesa larga más gente estaba comiendo paella o algo así. Le preguntamos al hombre si aún podíamos comer y nos dijo que ya era muy tarde, y que a su mujer hay que encargarle los "arroces" a media mañana. Nos dijo que fueramos hacia El Negredo, que hay un restaurante donde sí nos pondrían de comer. Nos habíamos despedido ya, cuando Carlos le preguntó al hombre que de dónde eran los chorizos que tenía en el expositor. El hombre no entendió muy bien el porqué de la pregunta, y nos contestó que los traía de Leganés. En ese momento le dijimos que Isaac, David y yo eramos de Leganés, y el hombre nos dijo que él aunque no era nacido allí, pero llevaba viviendo desde los años 60 allí. Aquello era increíble... íbamos a un pueblo que pensabamos iba a estar abandonado, y no sólo nos damos cuenta que está habitado, sino que el dueño del único bar del pueblo es de Leganés, y para más casualidad nos dijo que vivía en la Avenida del Dr.Martín-Vegue, que es la calle de mi bisabuelo. Tras estar hablando con él y tras el cachondeo y asombro del momento, nos dirigimos a comer.

Tramo 3. El Muyo - Madriguera (4,2 km)

Resultó que una vez salimos del Muyo y llegamos al cruce de Madriguera, no fuimos hacia El Negredo como nos había dicho el hombre, sino que nos metimos en el propio Madriguera (a día de hoy aún no se porqué). El caso es que hicimos bien, porque en ese rato aprovechamos para ver el pueblo y también para intentar que nos dieran de comer en un bar, sin suerte eso sí.

Nos sorprendió de este pueblo la variedad de colorido, y sobre todo el contraste increíble de paisajes en tan poco espacio. El pueblo es una pasada, está metido en una ladera del monte y parece camuflado debido al color rojizo tanto del monte como del conjunto arquitectónico. Es el lugar más emblemático de los llamados "pueblos rojos" de la Sierra de Ayllón.



Casi todas las casas son de finales del siglo XIX y principios del XX, destacando algunas con balcones de madera propios de zonas serranas o también de rejerías, y en las fachadas apreciamos algún esgrafiado típico de la zona segoviana. Para construir sus casas, se usan materiales rojizos de piedra ferruginosa y tierras arcillosas de la zona, y contrastan a veces con el tono oscuro de la pizarra (de ahí lo de pueblos rojos y pueblos negros).



Muchas viviendas en los últimos años se han reconstruído, y esto ha dado al pueblo una imagen envidiable, aunque muchas son viviendas de fin de semana o vacacionales, o casas rurales.. De hecho el pueblo sólo tiene censados 30 vecinos.



Llama la atención su Iglesia de San Pedro, por su peculiar espadaña de piedra roja. En su interior hay una cruz del s.XVII, aunque no la vimos porque la iglesia estaba cerrada. También el cementerio, adosado a la propia iglesia, tiene una curiosa escritura que dice así : "Templo soy de desengaño, y escuela de la verdad, donde toda voz en grito implora piedad piedad."



Hasta 1.979 fue un municipio independiente, llegando a ser un centro de comercio notable en el s.XIX, y teniendo además escuela e incluso casino, que se cerró tras la Guerra Civil. A partir del 79, el pueblo pasó a depender de Riaza. Cerca del pueblo hay una fuente de aguas que contienen hierro, y restos de una antigua mina de caolín.

Tras echar las correspondientes fotos, y ver que la hora de la comida ya pasaba a ser hora de sobremesa, decidimos salir rápidamente hacia El Negredo a ver si con un poco de suerte nos daban de comer. Un albañil nos indicó y nos dijo que seguro que aún tendrían la cocina abierta (siendo las 4 de la tarde y en un pueblo así, demasiada suerte teníamos).

Tramo 4. Madriguera - El Negredo (2,9 km)

No tardamos nada en llegar a El Negredo, y justo antes de entrar a mano izquierda vimos un camino que nos conducía al asador "El Encinar", el cual no esperábamos que fuera tan grande. El sitio está bastante bien acondicionado, y posee una carta bastante completa, tanto de entrantes y embutidos, como de vinos, y por supuesto de carnes y pescados. Carlos se pidió una sopa castellana pues se había hinchado a galletas desde que salimos de Leganés, David se pidió un filete de ternera con patatas, e Isaac y yo un par de chuletones que rozaban el kilo de peso con unas patatitas, y que por supuesto no nos duraron ni un asalto porque traíamos un hambre salvaje al llevar sin comer desde la cena del día anterior. Como entrantes unas morcillas con huevos de codorniz, y un poco de matanza nos bastó para empezar a abrir boca. Ahora que estábamos sentados y comiendo, el bajón físico y de sueño se empezaba a notar, pero enseguida se encargó de quitárnoslo y animarnos el Rioja de la casa que nos pedimos. La comida transcurrió entre anécdotas, buen rollo, cachondeo con el camarero, y sobre todo armonía, que es lo que transmite nuestro amigo Carlos.



Tras la comida nos saltamos los postres y fuimos directamente al patxaran, que prolongó el buen rato que pasamos en forma de sobremesa. Cuando nos quisimos dar cuenta ya estaba empezando a irse la luz, así que nos echamos un par de fotillos en el salón del asador, y rápidamente a ver El Negredo.

El Negredo también es dependiente del Ayuntamiento de Riaza desde 1979, y recibe claramente su nombre por el color oscuro de sus casas, hechas todas ellas con pizarra de la zona. Tenemos constancia de este pueblo desde 1587, cuando empiezan a usar el nombre actual para referirse a él. Aunque algunos creen que antes de esto, pudo haberse llamado 'El Nebredo' como referencia a un bosque de enebros cercano. De hecho también en sus cercanías está uno de los encinares más importantes de toda la zona, y unas minas de grandes contrastes cromáticos.

En el centro está la ermita de Ntra. Señora del Rosario y más bien en las afueras casi, la Iglesia de Nuestra Señora de Vallehermoso, de origen románico y en la que destaca su portada renacentista. Al parecer en su cementerio, el cual no llegamos a ver, hay unos extraños dibujos circulares en las piedras sobre los que se dice que podrián ser de la época de los visigodos.



Tras unas vueltas, las típicas fotos ya casi con la luz justa, y unas volteretas que me marqué porque estaba contento y me dio el punto, pues nos subimos al coche y continuamos nuestro destino hacia el Muyo para ver lo que la escasa luz nos permitiese, y para tomarnos algo en el bar del que resultó ser nuestro paisano de Leganés.

Tramo 5. El Negredo - El Muyo (6,5 km)

El coche ya pasó a manos de Carlos en este momento, y yo pasé a ser copiloto. Lo primero que hicimos al llegar al Muyo fue ir corriendo a ver el pueblo, aunque apenas disponíamos de luz. Y la verdad que mereció la pena, porque es un pueblo con unos rincones realmente increíbles. Pertenecería sin duda a los "pueblos negros" junto a El Negredo, a diferencia de Madriguera que se podría encuadrar en los "rojos", siendo el más representativo de ellos.

Un perro que parecía ser simpático nos dió la bienvenida, pero casi de inmediato le perdimos de vista porque se fue hacia una calle oscura. Nosotros seguimos adelante viendo las calles y construcciones del pueblo, hasta que llegamos a la Iglesia de San Cornelio y San Cipriano, de un estilo muy similar a las de pueblos vecinos, pero con la cubierta de teja roja, algo que resulta curioso, y que con la oscuridad que había ya apenas se podía apreciar. No pudimos ver la cruz de plata del s.XVI que está dentro de la Iglesia, al estar ésta lógicamente cerrada, pero según tengo entendido, formó parte de la exposición de "Las Edades del Hombre" que se hizo en Segovia en 2003.



Yendo hacia el bar cuando ya habíamos echado unas fotos, pasamos por una situación un tanto comprometida cuando llegado un punto del pueblo donde por supuesto no había absolutamente nadie, el mismo perro que nos dio la bienvenida al principio apareció de repente por detrás de la calle, con un paso lento y firme hacia nosotros que no me estaba molando nada (previamente habíamos venido oyendo ladridos, pero no les dimos la menor importancia). El caso es que cuando nos dimos cuenta, otro perro en la parte delantera de la calle, nos aguardaba entre la poca luz de una farola y la oscuridad ya casi total del momento. Y poco más adelante se podía escuchar un tercer perro. El lío estaba ya servido, y a ver cómo salíamos de él. Los perros empezaron a ladrar y a gruñir a saco, y la verdad era difícil saber si eran perros abandonados criados en el monte, o tenían dueño. Nosotros permanecíamos ahí inmóviles los cuatro, murmurando entre nosotros qué podíamos hacer para salir de allí sanos y salvos. Bien pues al final funcionó la idea de Carlos, que fue hacer como si no pasara nada, y simplemente fuimos moviendonos poco a poco pero con mucha naturalidad y sin movimientos bruscos, haciéndonos los despistados pero sin perder de vista a los perros claro.. Uno de ellos, el que nos dio la bienvenida y parecía tan simpático al principio, empezó a dejar de ladrar con tanta frecuencia, como cuando a las personas se nos va pasando el enfado y lo terminamos con un... "pero cooooño!!", y a continuación dejó de gruñir y se fue, y el otro no se fue, pero se quedó a un lado de la calle y al poco tiempo dejó también de ladrar y gruñir.



Al final pudimos llegar al bar y tomarnos otro patxaran y unos botellines con el dueño de la taberna que resultaba ser de Leganés. Tras un rato divertido de nuevo con él, y tras contarles Carlos sus increíbles historias a David e Isaac, nos despedimos y pusimos rumbo a casa. Antes de subirnos al coche, nos auto-echamos las últimas fotos todos en grupo, ya desvariando un poco con las gafas de sol y el palestino en la cabeza. Es lo que tiene estar feliz de haber pasado un gran día, que uno se emociona y le da por estas cosas.

Tramo 6. El Muyo - Riaza (20 km)

Volviendo dirección Riaza, Carlos decidió apagar las luces del coche en la pista de asfalto que une el Muyo con el cruce de Madriguera. La oscuridad era absoluta, y poco después, decidimos pararnos en la cuneta, apagar las luces y el coche, y bajarnos a sentir la oscuridad y el silencio. Al lado de donde dejamos el coche, había una valla de madera con un alambre de espino. Detrás parecía haber un claro de un bosque. Nos colamos por debajo de la valla, y nos encontramos en un claro de un bosque, a las 9 y 20 de la noche, con una oscuridad total, y escuchando un silencio absoluto que puede que yo al menos, nunca haya escuchado con tal intensidad. Arriba las estrellas que se veían más claras que nunca. Allí estaban todas.. la Osa Mayor, la Menor, Orion... Era un espectáculo auténtico estar ahí. Y sobre todo era increíble cómo estabamos disfrutando con nada, con una cosa tan sencilla como esa que no cuesta dinero y que está ahí en la naturaleza, accesible a todo el mundo. Decidimos estar un par de minutos sin decir ni una palabra, y la sensación fue impresionante.

Sólo interrumpían el silencio de vez en cuando algunos ladridos de perros que parecían estar muy lejanos, pero al poco de estar allí, empezamos a notar movimiento de ramas y algo que nos parecieron pisadas. Con la oscuridad total que había, podíamos encontrarnos cualquier animal, y decidimos volver al coche y poner definitivamente rumbo a casa. Aunque Carlos decidió hacer la ultima parada en el camino, que sería Riaza.

Tramo 7. Riaza - Leganés (135 km)

Allí llegamos algo antes de las 10, y fuimos hacia la Plaza Mayor, con sus soportales, muy típica castellana. Estuvimos viendo los alrededores del centro que nos gustaron bastante, y además estaba bastante animadillo.



Echamos alguna foto a la Plaza Mayor, a un restaurante donde Carlos intentó comprar los míticos torreznos, aunque sin suerte. Y ya con bastante frío y totalmente derrotados del día, decidimos volver definitivamente hacia Madrid, aunque con deseos de volver alguna otra vez por esta zona, pues nos gustó bastante. El coche lo llevó Carlos pues yo no podía más, estaba absolutamente destrozado físicamente, y de hecho estuve casi la mitad del camino totalmente dormido, y la otra mitad por cortesía traté de no hacerlo.
Cuando llegamos a Leganés nos despedimos, y Carlos nos dejó en la rotonda de la Universidad. David se fue hacia el bar donde trabaja, Isaac con sus amigos, y yo con dos amigas que estaban tomando algo. No quise subir a casa porque sabía que en cuanto me sentase iba a caer dormido. Al final, salí por Leganés de cachondeo, y llegué a casa casi a las 6 y media, después de haber estado un día sin dormir (salvo el rato de vuelta en el coche). Otra cosa no, pero eso sí se puede decir que es aprovechar las 24 horas del día.

Saludos!

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